
En un abrir y cerrar los ojos había pasado el primer trimestre de curso y atrás quedaban los miedos e inseguridades de comienzo de curso, la multitud de papeles y fotocopias que tenía que entregar en la secretaría de la facultad para matricularme y las primeras fiestas de medicina en el sótano de la Facultad. Llegó la mágica fecha de las vacaciones de Navidad y, con cierta sensación de ser el protagonista de “El Almendro”, hice las maletas y cogí un tren destino a Burgos. Me fui con la gran intención de ponerme al día de todas las asignaturas pero, entre los besos de la abuela y los saludos de mis amigos, los libros fueron los grandes olvidados de las Navidades.
Por fin y atiborrado de turrón y de cuidados maternos, llegó la fecha de regreso. Lo único importante y que no se me podía olvidar era comprar el regalo y la broma para la Fiesta de Reyes que íbamos a tener al día siguiente de nuestra llegada al Colegio Mayor Peñafiel.
Tengo que reconocer que nuestras posibilidades de disfrazarnos estaban a años luz de las fotografías que he visto en el blog. En nuestra época, usábamos, como capa, una colcha de una cama y, como corona, un capirote de papel hecho cinco minutos antes de la Fiesta, pero lo que no ha cambiado, por lo que he visto, es el ambiente y las risas que nos echábamos ese día. Precisamente, ese clima, es lo que permanece imborrable en mi memoria a pesar de mi alzheimer prematuro que no me permite recordar los regalos que tuve.
Un abrazo para todos los residentes del Colegio Mayor Peñafiel que, en mi opinión, es la mejor Residencia Universitaria de Valladolid
Pablo G
2 comentarios:
¡Qué años! sniff, sniff
Este rey si que mola... Un fuerte abrazo,
Miguel
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